LA VICTORIA ES NUESTRA AHORA Y SIEMPRE.
Jesucristo nos ha dado una victoria perfecta sobre el diablo y sus poderes demoniacos. Esa fue la parte que Él tenía que realizar. Nuestra parte, es reforzar y mantener la victoria y vivir nuestras vidas como cristianos victoriosos. El propósito de este artículo, es ayudarnos a realizar tales cosas.
Hemos visto lo importante que es saber quiénes somos en Cristo Jesús. Cuando recibimos al Señor Jesús en nuestros corazones, nacimos en la amada familia de Dios. Nuestros nombres fueron escritos en los registros reales del cielo.
A causa de esto, tenemos una autoridad divina que podemos ejercitar para controlar a nuestro enemigo (el diablo y los demonios) aquí en la tierra. Esta es una verdad emocionante e importante que estaremos estudiando con más detalles.
A. AUTORIDAD DIVINA
Recuerden la historia de Lucas 10 acerca de los setenta discípulos a los que Dios envió para predicar las buenas nuevas del reino. En el último capítulo, hablamos de lo emocionados que regresaron de su misión, en la cual, aun los demonios tenían que obedecerles cuando hablaban en el nombre de Jesús. El Señor respondió ante su informe con estas insólitas pero muy importantes palabras:
“No es el poder que tenéis sobre los demonios lo que debería proporcionaros alegría, sino gozaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo” (Lc 10:20, Versión Simplificada).
1. Relación Nos Da Autoridad
La fuente de su autoridad no era meramente derivada de hablar el nombre de Jesús, sino de su relación con Él (como su Señor).
No podemos poner nuestra fe en una “fórmula mágica” de palabras. Se necesita más que las palabras correctas para enfrentarnos y combatir con el diablo; se necesita una relación correcta con el Dios Todopoderoso.
Cuando confesamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, nuestros nombres son registrados en el cielo. Se nos da la autoridad que pertenece a los hijos e hijas reales de Dios. Esta relación con Cristo, es la fuente de nuestra autoridad sobre el enemigo.
El primogénito de la Reina Isabel de Inglaterra, tiene mucha influencia y autoridad en el Reino de Gran Bretaña. Cuando la Reina le envía a representarla, su parentesco con ella hace que las palabras de este hijo tengan una gran autoridad.
¿Por qué?
No sólo porque dice: “Vengo en nombre de la Reina Isabel”. Su autoridad es el resultado de su parentesco (es el heredero al trono), y no solamente de las palabras que él diga.
Si yo me pusiera de pie en la Cámara del Parlamento Inglés y dijera: “Les hablo en nombre de la Reina Isabel”, se burlarían de mí. ¿Por qué? Porque yo no tengo derecho de hablar en su nombre.
No tengo ninguna relación con ella.
Por estas mismas razones, nuestras palabras habladas al diablo o a los demonios tienen poder solamente si nosotros estamos correctamente relacionados con Jesús, quien triunfó sobre todos los poderes de la muerte y del infierno. Incluso los demonios saben si usted está relacionado con Jesús.
Hay una historia dramática en el libro de los Hechos que confirma y apoya este punto de vista. El Apóstol Pablo tenía gran éxito en liberar a la gente de los poderes diabólicos.
a. Los Siete Hijos De Esceva. Un judío llamado Esceva, tenía siete hijos. Éstos, decidieron utilizar el método de Pablo para echar fuera los demonios usando el nombre del Señor Jesús. Cuando se acercaron a un hombre poseído por los demonios, le dijeron estas palabras: “En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, te ordeno que salgas”.
El espíritu malo les contestó: “A Jesús conozco y conozco a Pablo, pero ¿quiénes sois vosotros?”. Los demonios se enfurecieron con esta falsa utilización del nombre de Jesús. Ellos, entonces, sacudieron al hombre poseído con gran fuerza. Éste, atacó a los siete muchachos y los golpeó con fuerza. Ellos salieron corriendo de la casa desnudos y heridos (Hch 19:13-16).
Utilizaron las palabras correctas, pero no tenían una relación correcta con Dios. Sus nombres no estaban escritos en el cielo.
2. Nombres Escritos En El Cielo
Es interesante notar, que los nombres de Jesús y de Pablo eran conocidos por los demonios. Parece como si Dios tuviera una especie de boletín en el cielo, en el cual están anotados los nombres de los que son Sus hijos. Los poderes demoniacos comprueban este registro. Saben muy bien quién está allí y quién no.
Si su nombre está allí, y usted está caminando en fe y obediencia, tiene la autoridad y el poder para resistir al diablo y hacer que huya.
Si su nombre está escrito en el cielo, será conocido en el infierno.
Sí, los nombres de los justos están escritos en el cielo. Pero los nombres de los inicuos también están registrados en algún lugar:
“Oh Señor, esperanza de Israel, todos aquellos que se aparten de ti sufrirán la desgracia y se avergonzarán. Aquellos que te dejen, quedarán escritos en la tierra. Se han apartado del Señor, la fuente de aguas vivas” (Jer 17:13).
Nuestro nombre está registrado en un sitio u otro. Es posible tener un nombre en la tierra y ser desconocido en el cielo. Al igual que cuando se escribe en la arena, nuestras vidas serán también una breve memoria que se desvanecerá rápidamente con el tiempo. El poder y la posición terrenal, comparados con la eternidad, son los elementos temporales.
Como cristianos, podemos regocijarnos porque nuestros nombres están escritos para siempre en el libro de la vida del Cordero. Somos una parte del eterno propósito de Dios, y Él nos ha dado el poder de evangelizar esta tierra.
Nuestros nombres escritos en el cielo nos dan autoridad aquí en la tierra. Los diablos lo saben, lo creen y tiemblan. Nosotros deberíamos conocerlo, creerlo y regocijarnos.
3. Fe Como De Niño
“Entonces Jesús se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: te doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de aquellos que son sabios a los ojos del mundo. Y en su lugar se las has mostrado a los niñitos – a aquellos que tienen una fe sencilla como la de los niños. Sí, Padre, porque esto era lo que te complacía” (Lc 10:21).
Jesús también dijo en otro lugar: “Cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niñito, no entrará en él” (Mr 10:15, Versión Simplificada).
En otras palabras, la llave para el poder y la autoridad del Reino, es una fe sencilla como la de los niños. Como hijos del Rey, tenemos dominio sobre el diablo y sus demonios. No porque seamos algo grande, sino porque estamos relacionados con alguien grande. Somos hijos de Dios. Por esto, no tenemos que ser personas que teman, sino gente de fe.
Dios se complace en utilizar a Sus hijos para derrotar al enemigo. Escogió a un joven que era pastor para matar al gran gigante Goliat. Pablo nos dice que Dios ha escogido lo que el mundo llama pobre, débil y necio, para avergonzar a los ricos, poderosos y sabios (1 Co 1:25-30).
Esto significa que Dios puede derrotar al diablo a través de cualquiera de Sus hijos, si ellos conocen quiénes son en Cristo y actúan con la autoridad de Su nombre. Ciertamente, nuestro Padre Celestial encuentra un gran gozo y deleite en ver a Sus hijos e hijas colocando al diablo en su lugar.
B. EL ENGAÑO: EL ARMA DEL DIABLO
Si el diablo y sus demonios han sido privados de su autoridad por la victoria de Cristo en la cruz, ¿por qué existen tantos cristianos derrotados? La respuesta reside en una sola palabra: engaño. El diablo nos miente o nos engaña, haciéndonos creer que una mentira es verdad; que algo es real cuando no lo es; que lo equivocado es correcto, y que lo correcto es equivocado.
Si creemos sus mentiras, ya ha ganado un lugar dónde colocar el pie en nuestras vidas. Después, se acomodará tanto como se lo permitamos. No tiene derecho legal a hacerlo, pero lo hará si le dejamos que lo haga.
Jesús dijo que el propósito de un ladrón es matar, robar y destruir (Jn 10:10). Satanás es un ladrón. Busca robar y destruir aquello que no es legalmente suyo.
Tenemos el poder y la autoridad para detenerle en todas las ocasiones. Sin embargo, intentará hacernos pensar que no podemos hacerlo. Buscará aparentar y actuar como si estuviera al mando.
Quiere que pensemos y nos sintamos como si fuéramos débiles, víctimas desamparadas bajo su poder y control. Si puede engañarnos, el diablo sabe que caeremos en el temor y que no le resistiremos con fe.
Si el diablo no puede engañarnos a lo grande, intentará hacerlo con cosas más pequeñas. Hace tiempo, un amigo mío estaba tratando con un hombre poseído por el demonio. Mientras procuraba echar el espíritu del mal fuera en el nombre de Jesús, el diablo le reprochó con fuerza. “No puedes echarme fuera porque no has ayunado”.
¿Qué haría usted si un demonio le acusara de no ayunar? ¿Sentiría que no está lo suficientemente preparado para una situación así?
Esto, por supuesto, era un intento del diablo para que mi amigo colocara su fe más en el ayuno que en el Señor.
Al principio, mi amigo se desmoralizó porque se dio cuenta de que no había ayunado anteriormente. Casi fue engañado para retroceder y dejar al hombre como estaba.
Después, se dio cuenta de lo que el diablo estaba haciendo. Por lo tanto, le replicó con firmeza: “Eres un diablo mentiroso, no he ayunado, pero Jesús sí lo ha hecho. Ahora sal en el nombre de Jesús”. Y el diablo lo hizo, inmediatamente.
1. Acusación Y Condenación
Las Escrituras nos dicen que tenemos que conocer los trucos y las tácticas engañosas del diablo (2 Co 2:11). Así que, ¿cuáles son los métodos que el enemigo usa para debilitar nuestra fe a través del miedo? El método de la “acusación” y el de la “condenación”.
Satanás primero acusa, formula cargos a cualquier cristiano por alguna falta, fracaso o debilidad en su vida. La acusación puede ser verdadera o falsa. En cualquiera de los casos, si la aceptamos, nos sentiremos culpables e inadecuados. Hemos sido llevados bajo el temor del juicio o de la condenación.
a. Convicción Contra Condenación.
Necesitamos tener la capacidad para discernir o conocer la diferencia entre:
1) La “convicción” del Espíritu Santo y
2) La “condenación” del diablo.
El Espíritu Santo “nos convencerá” de pecado por medio de señalárnoslo claramente. Una vez que veamos nuestra culpa, nos arrepentiremos (nos apartaremos del pecado). El arrepentimiento verdadero, hace que nos sintamos adoloridos por haber pecado contra la ley y el amor de nuestro Padre Celestial.
El Espíritu nos llevará, entonces, a confesar nuestro pecado y a recibir el perdón de Dios. De esta manera somos restaurados al gozo de nuestra salvación.
“Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y para limpiarnos de toda injusticia – malos pensamientos, palabras y acciones” (1 Jn 1:9).
“Contra ti sólo contra ti he pecado y he hecho mal a tu vista… lávame y seré más blanco que la nieve… aparta tu rostro de mis pecados, bórralos de tu vista… crea en mí un corazón limpio, oh Dios, y renueva un espíritu fuerte y justo dentro de mí… restáurame el gozo de tu salvación y dame un espíritu que desee hacer tu voluntad” (Sal 51:4, 7, 9, 10, 12, Versión Simplificada).
Satanás, sin embargo, “nos acusará y condenará”, tanto por nuestros pecados como por nuestra debilidad. A veces ni siquiera somos culpables de las cosas de las que nos acusa.
De cualquier manera su propósito es llevarnos hacia sentimientos de hundimiento y desesperación. Desea que pensemos que Dios nos ha cortado de Su lado y que tenemos poca esperanza para el futuro. Si no nos puede llevar tan lejos, buscará mantenernos bajo una incómoda nube de desaprobación divina. Su deseo, es hacerlo para debilitar nuestra fe, de manera que no nos sintamos lo suficientemente fuertes espiritualmente como para enfrentarnos con él en la lucha.
Esto es lo que el Apóstol Juan nos enseña: ”Si nuestros corazones no nos condenan, entonces tenemos fe para con Dios” (1 Jn 3:21). Si nuestro corazón se siente pesado por la condenación, nuestra fe será débil o nos sentiremos sin fe. Sin fe, no lucharemos. Esto es lo que el diablo desea: un cristiano que no luche ni resista.
b. Acusación falsa. El nombre “diablo” significa aquel que acusa o culpa falsamente a otro. Muchos cristianos son derrotados por la acusación y la condenación más que por cualquier otra cosa.
El método de ataque de Satanás es bien conocido a la mayoría de nosotros, aunque puede que no sepamos lo que hay detrás de él. De hecho, seremos víctimas de un doble engaño si no podemos reconocer ni al mentiroso ni a sus mentiras.
Por ejemplo, en una u otra ocasión todos hemos hablado a alguien con más dureza o más brusquedad de la que deberíamos haberlo hecho. Incluso, aunque hayamos confesado rápidamente nuestra falta al Señor, el diablo buscará todavía colocarnos bajo una nube de condenación. Nos recordará y acusará una y otra vez por el hecho de haber mostrado una conducta que no es cristiana.
Nos arrepentimos del mismo pecado repetidamente, pero parece que no podemos liberarnos de nuestro sentimiento de culpa. Destroza nuestra vida de oración y obstaculiza nuestra adoración. Nos roba nuestra paz y gozo y debilita nuestra fe. Tenemos miedo de entrar en la lucha espiritual por nosotros mismos o en defensa de otros. Satanás será muy rápido en decirnos que estamos a su merced porque hemos fracasado en nuestro camino cristiano. ¿Le suena familiar?
2. Pensamientos Malignos y Mentirosos
Otra manera en la que el diablo nos ataca, es disparando malos pensamientos como “dardos de fuego” en nuestras mentes. Incluso pueden venir en algún tiempo especial como durante la oración, la adoración o en la santa comunión.
Si el enemigo puede tentarnos a desarrollar el pensamiento en malas palabras o acciones, lo hará. No obstante, si somos rápidos en resistir la tentación, tratará de utilizar otra táctica: la de la condenación. Nos acusará de tener una mente mala y un corazón impuro. Nos dirá que otros cristianos nunca han tenido pensamientos así.
Incluso, puede ir tan lejos como para decirnos que estamos en peligro de perder lo que tenemos con Dios. Llevará su obra de condenación tan lejos, en la línea de nuestra vida, como pueda hacerlo.
Si aceptamos estas mentiras del diablo, nos dejará desamparados, sin esperanza y sin fe. Los dardos de fuego del diablo habrán producido las llamas de la duda y el temor.
Después, cuando afrontemos un problema espiritual, no tendremos la fe para ir a Dios o para resistir al diablo. Así que lo aceptaremos, lo dejaremos y lo evitaremos. No es de extrañar que Pedro diga:
“Estad Despiertos, y en guardia, porque vuestro adversario, el diablo, merodea alrededor como un león rugiente buscando a quien devorar y destruir” (1 P 5:8).
C. NUESTRA DEFENSA CONTRA EL DIABLO
1. Tres Principios Básicos
¿Cómo podemos tratar con el problema de condenación? ¿Cómo podemos enfrentarnos con las mentiras y las acusaciones de nuestro engañador, el diablo? La respuesta implica tres verdades o principios básicos.
a. Póngase de acuerdo con su adversario inmediatamente
b. La respuesta “Sí, Pero”
c. Vuélvase hacia Jesús como su refugio.
2. Los Principios En Detalle
Estudiemos estas tres verdades de manera más detallada. Juntas forman una fuerte defensa contra los ataques de nuestro adversario (enemigo), el diablo.
a. Póngase De Acuerdo Inmediatamente Con Su Adversario. Fue Jesús el que dijo: “Póngase de acuerdo con su adversario inmediatamente…” (Mt 5:25). Estaba hablando de un enemigo que busca acusar a alguien delante de un tribunal de la ley.
Por supuesto que nuestro “adversario” es el diablo. Siempre busca acusarnos no solamente en nuestra cara, sino también delante del trono de Dios.
Al principio, puede parecer erróneo estar de acuerdo con un enemigo así. Sin embargo, si sus acusaciones son verdaderas, no vamos a ganar nada intentando defendernos. Si realmente caímos o fracasamos ante los ojos del Señor, no nos hará ningún bien negar este hecho.
Nuestra autoridad sobre el diablo no está basada en nuestra santidad o en nuestras buenas obras. A veces pecamos y caemos del propósito santo de Dios para nuestras vidas en Cristo.
Jesús no dijo que discutiéramos con el diablo y nos defendiéramos. Dijo que nos pusiéramos de acuerdo con él y que lo hiciéramos inmediatamente. ¿Qué quiso decir con eso y cómo funciona? Consideremos un posible ejemplo.
b. La Respuesta “Sí, Pero”. El diablo acaba de acusarle de tener un mal pensamiento. Usted responde diciendo, “SÍ, diablo, tienes razón, y yo estaba equivocado. PERO...”. Ahora viene la respuesta que derrotará completamente al diablo: “SÍ, tienes razón, PERO la sangre de Jesucristo me ha limpiado de todo pecado.”
Usted no puede descansar sobre el terreno de su propia justicia intentando negar su fracaso. Sabe que ha fracasado, y el diablo también lo sabe. Si intenta discutir con él sobre ese punto, usted habrá perdido antes de empezar. No, el terreno para nuestra fe no es nuestra bondad, sino la justicia de Cristo con la que estamos revestidos.
c. Vuélvase a Jesús. ¿Qué haremos entonces cuando el enemigo busque hacernos retroceder disparando sus grandes cañones de acusación y condenación? Rápidamente nos pondremos de acuerdo con él y nos volveremos inmediatamente hacia Jesús en busca de refugio. Él es nuestra fortaleza para estar a salvo.
Cuando intentamos enfrentarnos con el enemigo sobre la base de nuestra santidad o justicia, somos desviados de nuestro refugio en Cristo. En el momento en que lo hagamos, seremos derrotados.
Fuera de Jesús no tenemos defensa. En Cristo Jesús, sin embargo, no solamente estamos sanos y salvos, sino que también tenemos la seguridad de una victoria perfecta.
1) No Hay Condenación En Cristo. Sí, la condenación es un arma poderosa en las manos de Satanás. Él es muy astuto en su utilización. Puede, incluso, acercarse a nosotros como un “ángel de luz” (2 Co 11:14). Cuando lo haga, buscará engañarnos para que pensemos que nuestro sentimiento de condenación procede de Dios.
Como ya hemos dicho anteriormente, Dios nos convence de pecado. El propósito, sin embargo, es llevarnos al arrepentimiento y al perdón. Después de que nos hemos arrepentido y hecho restitución (si es que nuestro pecado fue contra alguien más), cualquier sentimiento restante de culpa no procede de Dios, es la condenación del diablo.
Dios nunca nos condenará cuando pequemos o caigamos, si nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado a Jesús (1 Jn 1:9).
Él reprenderá firmemente y corregirá nuestras vidas, pero siempre lo hará con amor. Su corrección, nunca acarreará ningún tipo de rechazo. Nos corrige, SÍ, Pero no nos rechaza. Hemos sido aceptados para siempre en la justicia de Cristo.
“¿Quién se atreverá a acusarnos cuando Dios nos ha escogido para Sí Mismo? ¿Lo hará Dios? No. Él es el que nos ha perdonado y nos ha dado una posición correcta con respecto a El mismo.
¿Quién nos condenará entonces?¿Lo hará Cristo? No. Él es aquel que murió por nosotros y que fue levantado a la diestra de Dios donde intercede por nosotros…
Por lo tanto, no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús” (Ro 8:33, 34; Ro 8:1).
Satanás es la fuente de nuestra condenación. Él encontrará una debilidad en nuestra vida y la traerá delante de nosotros una y otra vez. La utilizará para amartillar nuestros corazones con sentimientos de culpa, temor, duda y desesperación.
A través de sus mentiras, intentará apartarnos de nuestro refugio en Cristo: de nuestra justicia en Él. Si tiene éxito, sabe que no le resistiremos ni nos opondremos a él en fe.
Esta es la razón por la que tenemos que conocer lo que ha sido enseñado anteriormente. De otra manera, no seremos cristianos vencedores y felices.
2) Justos En Cristo. A través de su muerte en la cruz, hemos sido salvados de la culpa y del castigo de nuestros pecados. Permanecemos delante de Dios JUSTIFICADOS (que significa justo como si yonunca hubiera pecado).
Más que eso, también hemos sido “santificados”: hechos santos y justos en Cristo. Cuando Dios nos mira, no ve nuestros pecados, debilidades o fracasos, sino la justicia de Su Hijo. Somos aceptados en Él, y se nos ha dado la bondad de Su vida.
No sólo permanecemos sin temor en Cristo delante de un Dios Santo, sino que también podemos permanecer con valor delante de todo espíritu malo. Nuestra posición justa en Cristo, es el terreno de nuestra victoria sobre el diablo.
3. Una Triple Defensa
Satanás sabe esto, pero no quiere que nosotros lo sepamos o que vivamos conscientes de tal poder. Para él, significa derrota. Por lo tanto, buscará destruir nuestra fe y nuestra voluntad para resistirle, usando el pesado barrote de la condenación. No es de extrañar que Pablo nos diga que “tenemos que conocer sus tácticas astutas y engañosas” (2 Co 2:11).
Vemos, por lo tanto, que nuestra defensa contra la condenación del diablo es triple:
a. Estamos de acuerdo con nuestro adversario, pero
b. insistimos en la justicia que tenemos en Cristo, y
c. nos volvemos hacia Jesús como nuestro refugio. Ahora estamos listos para avanzar hacia la victoria.
4. La Espada Del Espíritu
Jesús es nuestro ejemplo de vida victoriosa. Su victoria sobre el diablo y los poderes demoniacos fue conseguida utilizando la Palabra de Dios. Durante sus tentaciones y pruebas en el desierto, Jesús refutó y derrotó al diablo con la Escritura: “Escrito está”.
“Refutar” significa probar, hablando la verdad, que la palabra de alguien es errónea. Jesús refutó las palabras del diablo, hablando la Palabra de Dios. Jesús venció con la Palabra, y nosotros podemos hacerlo también.
D. VENCEDORES CON VICTORIA
La derrota final de Satanás es descrita en el Libro de Apocalipsis. Nuestro papel como vencedores es explicado también. La base doble para nuestra victoria sobre el diablo es de gran interés:
“Entonces escuché una gran voz que clamaba en el cielo, ha sucedido al fin. La salvación y el poder de Dios, el dominio y la autoridad de su Cristo finalmente han llegado.
El acusador de nuestros hermanos ha sido lanzado fuera. Los acusaba día y noche delante de nuestro Dios.
Y nuestros hermanos le vencieron por la sangre del cordero y la palabra de su testimonio – la palabra hablaba de verdad…” (Ap 12:10, 11 Versión Simplificada).
1. Dos Llaves Para La Victoria
Las dos llaves para convertirse en un vencedor son las siguientes:
a. La Sangre Del Cordero: ha lavado nuestros pecados, de esta manera, somos aceptados por Dios (como si nunca hubiéramos pecado).
b. La Palabra De Su Testimonio: es cuando nosotros hablamos palabras que están de acuerdo con lo que Dios ha dicho en la Biblia.
2. Usando Las Llaves
a. Por La Sangre Del cordero. ¿Cómo vencemos con “la sangre del cordero”? Estoy seguro de que ustedes comprenden que “el cordero”, tal como se utiliza en este pasaje de la Biblia, se refiere a Jesús.
Recuerden que cuando Juan el Bautista vio a Jesús venir para ser bautizado, dijo de Él: “Mirad EL CORDERO DE DIOS quien lleva el pecado del mundo” (Jn 1:29, 36).
Cuando los discípulos de Juan escucharon que se refería a Jesús como “El Cordero de Dios”, dejaron a Juan y siguieron a Jesús.
Como israelitas, comprendieron perfectamente el significado de esto. Los israelitas experimentaban el perdón y la expiación a través del siguiente proceso: (Expiación significa ser hecho “uno” con Dios.)
Dios había prescrito que un cordero fuera llevado como ofrenda por el pecado hasta el altar de bronce que había en el templo. El pecador colocaba sus manos sobre la cabeza del cordero, mientras éste estaba tendido en el altar, y confesaba sus pecados. A través de este proceso, los pecados del confesor eran transferidos al cordero.
Ya que la pena del pecado era la muerte, el cordero tenía que morir en el altar. El cordero no moría porque hubiera pecado. El cordero era matado en lugar del pecador (que en realidad era quien merecía morir). El cordero se convirtió en un sacrificio sustituto para el pecador: muriendo en su lugar.
1) Jesús Derramó Su Sangre Por Nosotros. Esto ilustra lo que Jesús estaba haciendo en la cruz por usted y por mí. Nosotros éramos los únicos que merecíamos morir por nuestros pecados. Pero Jesús (El Cordero), murió como nuestro sustituto: en nuestro lugar. Yo debería de estar colgando de aquella cruz, pero Jesús tomó mi lugar (y el de usted). De esa manera, yo pude llegar a “ser uno” con Dios. He sido perdonado y disfruto de una posición delante de Dios “como si nunca” hubiera pecado.
Debido a que nuestros pecados son “perdonados y olvidados” por la sangre que Jesús derramó en la cruz por nosotros como el cordero, el diablo aborrece la sangre. Esa cruz y la sangre que Jesús derramó allí por nosotros, derrotaron al diablo y a los demonios; es por tal razón que ellos odian la sangre de Jesús.
2) La Sangre De Jesús Es Poderosa Contra El Enemigo. La cruz y la sangre de Jesús derramada por nosotros venció a Satanás y a sus demonios, por lo tanto, ellos odian la sangre de Jesús.
Mi primer intento de echar fuera un demonio, aconteció en 1948. Yo era un cristiano joven que tenía más celo que conocimiento y sabiduría. Al intentar arrojar al espíritu inmundo de aquel hombre, estaba tratando algo que estaba mucho más allá de mi desarrollo espiritual y experiencia habituales. Sin embargo, en el intento, aprendí algo que se ha quedado dentro de mí toda mi vida. Cuando hablé al demonio y le dije que saliera de aquel hombre, el demonio chilló: “La sangre de Cristo es la sangre de un cerdo”. El demonio repitió esta terrible blasfemia una y otra vez. Y aquello hizo que los escalofríos subieran y bajaran por mi espalda.
Desde aquel momento, me di cuenta de lo poderosa que es la sangre de Jesús contra los designios y las maldades de Satanás y de sus seguidores demoniacos.
La “sangre del cordero” mantuvo a Satanás (el destructor) apartado de los hogares israelitas en la noche de Pascua, en Egipto. (Vea el Capítulo 1 de esta sección.)
La sangre de los corderos usados para el sacrificio del Antiguo Testamento, impidió que Satanás reclamara la justicia de los creyentes. Al morir, los que eran “salvados por la sangre” iban al paraíso, fuera del alcance y de las pretensiones de Satanás. (Vea Lucas 16:19-26.)
La sangre ha frustrado los planes del diablo durante siglos. No es de extrañar que los escritores del Nuevo Testamento hablen con tanto entusiasmo sobre la sangre de Cristo.
“…Fuisteis redimidos… con la preciosa sangre de Cristo…”. “Él [Jesús] nos amó y nos lavó de todos nuestros pecados con su propia sangre.” “Él nos redimió para Dios con su sangre, de todo género, y lengua, y pueblo, y nación…” (1 P 1:18, 19; Ap 1:5; 5:9).
3) Invoque La Sangre. Mi buen amigo David Newington, me contó la historia de su padre, un anglicano convertido de verdad, bautizado con el Espíritu Santo y que había llegado a ser un predicador pentecostal en Inglaterra.
Tenía una manera graciosa de hacer las cosas, una de las cuales era ir dando vueltas mascullando y susurrando: “Bajo la sangre, Señor, bajo la sangre”.
David le preguntó a su padre un día: “¿Por qué haces eso papá?” Con una voz muy alta, su padre le respondió: “¿Sabes tú de alguna mejor expresión que un hombre viejo pueda musitar?”
David no contestó, pero en su mente pensó: “No. Creo que no, viejo. No puedo pensar en mejores palabras para que puedan saturar mis alrededores.” De manera que David decidió tomar aquel hábito y frecuentemente andar por los alrededores musitando lo mismo. ¿Qué sucede con usted? ¿Qué es lo que usted murmura?
“Y nuestros hermanos le vencieron por la sangre del cordero y la palabra de su testimonio – la palabra hablaba de verdad…” (Ap 12:10, 11).
Cuando suba contra el enemigo en oración, diga estas palabras: “Poderes de la oscuridad, invoco la sangre de Jesús contra vosotros, os ordeno que dejéis libre a esta persona en el nombre de Jesús. La sangre de Jesús compró la libertad de esta persona y yo os ordeno que salgáis, que quitéis vuestras garras de esta vida inmediatamente”.
Esta clase de oración y confesión de fe, hará que los demonios tiemblen y huyan. Utilice la sangre de Jesús en la oración. Es una arma espiritual fuerte.
b. Por La Palabra De Su Testimonio.
1) Nuestra Salvación. Hay poder en lo que decimos: nuestro testimonio o confesión. Sabemos que lo que hace un hombre para ser salvo es:
a) creer en su corazón, y
b) confesar con su boca.
“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Ro 10:9).
Cuando creemos y confesamos que Jesús murió, derramó su sangre por nuestros pecados y que Dios le levantó de los muertos, somos salvados y entramos en la vida cristiana victoriosa.
2) Nuestra Confesión. Una cosa es entrar en la victoria de la vida de Cristo, pero ¿cómo seguiremos caminando en victoria sobre Satanás? Bueno, obtenemos la victoria de la misma manera: por la confesión de nuestra boca.
Muchos de nosotros consideramos nuestros problemas teniendo pensamientos de duda, temor y desesperación. Deberíamos resistir al enemigo hablando palabras de fe, esperanza y amor. La palabraconfesión significa “decir lo mismo que”, o “estar de acuerdo con”.
Cuando confesamos nuestros pecados, estamos de acuerdo con Dios en que estamos equivocados. Estos son dolorosos para nosotros y desagradables para Él. No negamos ni excusamos nuestros pecados, sino decimos lo mismo que Dios dice sobre ellos. Esa es la parte negativa o lado triste de nuestra confesión.
No solamente confesamos nuestros pecados, sino que también confesamos lo que Dios dice en Su Palabra (la Biblia) acerca de nuestra salvación, nuestras necesidades financieras, la sanidad y la bendición.
Cuando estamos enfermos confesamos: “Yo soy el Señor tu Dios que te sano”. “…Sana todas mis enfermedades…”. “Por sus heridas fui sanado”. (Ex 15:26; Sal 103:3; Is 53:5).
Esta es la Palabra de Dios y nosotros estamos de acuerdo con Él. Ésta, es justa y verdadera para nosotros. Esta es la parte positiva o agradable de nuestra confesión.
3. La Victoria En El Tribunal Del Cielo
La Biblia dice que Jesús es “…el sumo sacerdote de nuestra confesión” (He 3:1). Eso significa que Él obra con lo que nosotros decimos para asegurarnos la victoria. “Vive para hacer intercesión por nosotros” (He 7:25).
Hay un lado legal de nuestra salvación que se relaciona con nuestra confesión. Jesús es nuestro abogado (letrado, asesor legal). Si va a tener éxito como abogado, va a depender mucho de nuestra confesión (lo que decimos).
Satanás visita el cielo regularmente para acusar a los hermanos. (Vea los Capítulos 1 y 2 de Job y Apocalipsis 12:10.) Cuando lo hace, ¿cómo va a contestar Jesús y a refutar las acusaciones de Satanás? A través de su testimonio: por lo que usted diga.
a. Diga Tres Cosas. El famoso evangelista americano T.L Osborn, explicaba esto: Cuando el diablo le está acusando delante de Dios, se dicen tres cosas:
1) Lo que el diablo dice;
2) Lo que la Biblia (la Palabra de Dios) dice;
3) Lo que usted dice.
Si usted está de acuerdo con la Palabra de Dios y dice lo mismo que ésta, su testimonio será utilizado por Jesús para refutar las acusaciones del diablo.
b. Cuatro Personajes. Observemos el tribunal del cielo como el gran juzgado de justicia de Dios. Se pueden ver cuatro diferentes papeles en una escena así:
1) Está el “Juez” que decide quién es culpable y cuál será la sentencia.
2) Está el “acusador” que intentará probar que el acusado es culpable de lo que se le acusa.
3) Está el “defendido” que ha sido acusado y necesita quien le defienda de las acusaciones.
4) Está el “Defensor” que intentará probar que su cliente no es culpable de lo que se le acusa.
c. ¿Quiénes Son Los Personajes? ¿Quiénes desempeñan estos diversos papeles en el tribunal del cielo? Son los que siguen:
1) El Juez es Dios Mismo, que es a la vez sabio y justo.
2) El acusador es el diablo, también conocido como el “acusador de los hermanos”.
3) El defendido es el creyente cristiano (usted o yo) que se ha colocado bajo la condenación del diablo.
4) El Defensor es Jesucristo, nuestro abogado (letrado) e intercesor.
d. El Juicio. El acusador habla primero presentando sus acusaciones contra nosotros delante del juez. Algunas de sus acusaciones son verdaderas y algunas son falsas.
Su presentación es tan convincente que podemos sentirnos confundidos y asustados. Si lo hacemos, nos quedaremos allí con las cabezas inclinadas y sin decir nada. O todavía peor, podemos intentar defendernos o incluso negar las acusaciones que son verdad.
Esto podría llevarnos a nuestra perdición porque nuestro defensor tiene que presentar nuestro caso sobre la base de lo que confesamos. Jesús lo expresó clara y poderosamente con estas palabras: “Tendréis lo que digáis” (Mr 11:23, Versión Simplificada).
Resultaría mucho más sabio ponerse de acuerdo con nuestro adversario, el acusador, en aquellos sitios donde hayamos actuado mal. Pero también señalar que la pena por lo que hemos hecho mal, ya ha sido pagada por nuestro Defensor: con Su propia sangre.
Después, nos volveremos para nuestra defensa hacia Jesús. Él tomará nuestra confesión de pecado y salvación, e intercederá delante de Su Padre, nuestro Juez, utilizando Su propia muerte en la cruz.
Sobre la base de la cruz y de Su sangre derramada, la justicia ha sido satisfecha. El juez nos declara no culpables y somos puestos en libertad sin ningún tipo de pena. El acusador ha sido derrotado. Ya no tiene más terreno para sus acusaciones. Ha sido vencido por la sangre del cordero y la palabra de nuestro testimonio.
Además, una vez que hemos sido limpiados de todas sus acusaciones, estamos en posición de acusarle por cada mentira que utilizó en su intento por derrotarnos. Al confesar la verdad, no sólo somos liberados, sino que eventualmente el enemigo será puesto en la misma prisión (infierno) que había planeado para nosotros.
E. REPASO DE LOS PRINCIPIOS
Hemos unido cuatro principios básicos en el estudio de la vida cristiana victoriosa. Éstos, son dignos de que los resumamos:
1. Rechace La Condenación, Acepte La Convicción
2. Póngase De Acuerdo Con Su Adversario Inmediatamente
3. Vuélvase Hacia Jesús Como Su Refugio
4. Utilice La Espada Del Espíritu, La Palabra De Dios
5. Démosle A Jesús Una Confesión Para Nuestra Defensa
Ojalá que podamos establecer estas verdades en nuestros corazones y las fijemos en nuestras mentes. Con ellas, podemos vencer siempre. Son una defensa segura y fuerte contra los ataques del diablo.
Ya no puede utilizar sus armas de acusación y condenación para debilitar nuestra fe y nuestras oraciones.Permaneceremos de pie, hablaremos y nos liberaremos a nosotros y a los demás con la palabra segura del Señor.
LA VICTORIA ES NUESTRA AHORA Y SIEMPRE.
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